¿Quién es la Cuarta?

Quién es la cuarta es el nombre de este artículo, seleccionado a raíz de la revisión de los panfletos distribuidos por el Poder Ejecutivo para promocionar la Cuarta Urna.

Dicha urna, alejándola del concepto político y filosófico, es una figura geométrica de seis caras cuadradas, es decir un hexaedro o también conocido como cubo.

Para otros es simplemente un objeto cuadrado para depositar algo en el interior. Sin embargo, en los panfletos, la cuarta urna está representada por el cuerpo de una mujer. Reproduciendo indiscriminadamente el estereotipo que las mujeres somos únicamente un cuerpo que seduce, cautiva, persuade y vende.

En la historieta del brochur en mención, el campesino finalmente entiende qué es y para qué sirve la cuarta urna y entonces feliz y convencido decide irse con la cuarta. Pero en el dibujo, el campesino abraza a una mujer seductora, con senos grandes, cintura de avispa y trasero exuberante.

Se interpreta que la mujer es la “dulce” recompensa por la decisión de apoyar una consulta popular que además de ilegal atenta contra la Constitución de la República, un instrumento legal, que también es representado en el colectivo imaginario de la población con la figura de una mujer, en la mayoría de los casos violada, abusada y mancillada.

No faltará quien diga que los dibujos inanimados utilizados por el gobierno en su publicidad son inofensivos. No obstante, de manera implícita discrimina a las mujeres. Particularmente cuando se presenta al cuerpo femenino como un “objeto sexual”.

En los medios escritos (diarios, revistas), la televisión, Internet y los afiches es una costumbre, equivocadamente aceptada, el hecho de reducir a la mujer al mismo nivel que cualquier “objeto”.

Vemos como normal que dentro de todo el contenido publicitario la mujer está despersonalizada, sin identidad propia, sólo pone su cuerpo y belleza al servicio de la satisfacción de los hombres. La imagen de la mujer aparece en la publicidad en mayor proporción que la imagen del varón, sobre todo si el anuncio tiene un contenido sexual.

La imagen de la mujer aparece simplemente como un adorno o vehículo de promoción del producto, pero siempre es una imagen que sirve como reclamo erótico. De esta manera, primero atrae la mirada del espectador varón para traspasar posteriormente su atención al objeto del anuncio, la marca o producto publicitado.

Volviendo al tema de la cuarta urna, aunque todos los medios han dado cobertura a sus actividades, pocos han destacado, que la mayoría de las personas que asisten a los plantones convocados por el Movimiento “Alianza por una Honduras en Paz y en Democracia” son precisamente mujeres. Que valientemente tomaron la decisión de salir de sus casas, sus oficinas, colegios y universidades para exigir respeto a la Constitución de la República y a la democracia. Como en todos los acontecimientos importantes del país las mujeres están presentes construyendo patria, haciendo historia.

Persisten retos para las mujeres en Latinoamérica

América Latina ha avanzado mucho en las propuestas de equidad de género, pero los organismos de Naciones Unidas todavía detectan en la región problemas de violencia contra la mujer, embarazos entre adolescentes y falta de conciliación entre la vida laboral y familiar.

Además hay que agregar que el femicidio y la violencia de género todavía golpean de forma alarmante a países como Guatemala, Honduras y algunas áreas de México, como Ciudad Juárez, afirma el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

Aunque en algunos países el femicidio no está tipificado como delito, se han logrado importantes avances como la integración de comisiones especializadas para investigar este tipo de crímenes al interior de las instancias operadoras de justicia. Pese a ello la mora judicial por este delito sigue siendo alta y solo un mínimo porcentaje culmina en sentencia.

El PNUD cree que falta mucho por hacer en temas como la prevención de embarazos no deseados, aunque reconoce que es un tema complejo, con implicaciones más allá de la redacción de una ley de interrupción voluntaria o aborto. En países como Honduras tiene que ver con la falta de educación sexual y el acceso a los métodos de planificación.

Las altas tasas de embarazo entre adolescentes en algunos países están aumentando la brecha socioeconómica, porque son las jóvenes de menos ingresos y de menor escolaridad las que están teniendo más hijos.

En Honduras por ejemplo la mayor incidencia se da en las zonas rurales, donde ocurren hasta 162 nacimientos por cada mil mujeres adolescentes y más entre las jóvenes con poca o ninguna escolaridad.

La Encuesta Nacional de Epidemiología y Salud Familiar, señala que en Honduras el 25 por ciento de la población corresponde a adolescentes, de los cuales un 59 por ciento ya tuvo su primera relación sexual antes de llegar a los 20 años.

Mientras que el 38 por ciento ya tiene un hijo a esa misma edad. Además, la mayor tasa de mortalidad materna la comprende el grupo de mujeres entre 12 y 20 años, porque el riesgo de morir de una adolescente es mayor comparado con una mujer adulta debido a que su estructura anatómica aún no está preparada para el embarazo y mucho menos para el parto.

Sobre este mismo tema, Rebeca Grynspan, directora regional para América Latina y el Caribe del PNUD afirma que esta temática toca fibras muy sensibles de las creencias, prejuicios y los valores de todas las personas. Pero lo que está mal, es que cualquier grupo se atribuya el poder de imponer sobre otros grupos poblacionales sus creencias", como en el caso de los fundamentalistas.

Medios de Comunicación y Violencia contra las Mujeres

La dimensión de la problemática de violencia contra las mujeres, tanto por las cifras como por sus características es compleja y sus consecuencias afecta a toda la sociedad no únicamente a la mujer que la sufre.

Aunque sabemos que no es natural, la violencia de género se incuba en las familias, en la sociedad y en el estado, debido a la inequidad y cultura patriarcal transmitida de generación en generación a lo largo de los años.

La violencia contra las mujeres no es un fenómeno nuevo, ha existido siempre silenciada, legitimada y culturalmente aceptada, sin embargo, en los últimos años ha surgido un mayor interés por este problema, principalmente en la agenda de los medios de comunicación.

Tanto los medios impresos como los electrónicos, abordan la temática de la violencia aunque no con la debida profundidad y profesionalidad que amerita este problema social.

Con mucha frecuencia se escucha al o la periodista, o en nuestro país a los funcionarios de la Secretaría de Seguridad, argumentar que la violencia hacia las mujeres es producto de malas conductas, actitudes individuales, problemas relacionados con adicciones y negocios ilícitos, y NO como el resultado de un sistema de discriminación y violación a los derechos humanos de la población femenina.

La forma tradicional en que se redactan los titulares, casi justifican la violencia hacia las mujeres, como en el caso de “celoso marido asesina a su mujer”, traduciéndose inconscientemente que la mató porque la quería y porque era de su propiedad.

También los titulares: “borracho acuchilla a su esposa”, o “cegado por la ira marido apuñala a su compañera” llevan implícita una justificación tácita que nos acerca a la exculpación por el alcohol, pasión amorosa, locura, etcétera. Sin la debida investigación calificamos el hecho como un crimen pasional, cuando se trata de un homicidio o en el lenguaje de género un Femicidio.

Con lo anterior queremos resaltar que las palabras no son inocentes y datos y comentarios aparentemente inofensivos pueden tergiversar gravemente la información que merece este tipo de noticias.

Es importante que cuando hablemos de violencia contra las mujeres centremos el tema en el campo de los derechos humanos y para ello es necesario:
1. Insistir en el aspecto estructural de la violencia: los violadores no son locos, ni actúan movidos por celos o pasiones amorosas. Quien maltrata e incluso llega a matar a una mujer es un presunto asesino u homicida.
2. No calificar al maltratador y o violador porque lo transformamos en un ser que no puede responder de sus actos y por lo tanto se le tiende a restar culpabilidad.
3. Es necesario No considerar los hechos aislados y enmarcarlos en un problema más amplio, la violencia doméstica por ejemplo, es un problema público aunque se manifieste en el ámbito privado.
4. En cada caso de violencia contra las mujeres se debe destacar las circunstancias que rodean los hechos, antecedentes policiales o el incumplimiento de medidas.
5. Es necesario también identificar claramente la figura del agresor en cuanto a su comportamiento, para ayudar a otras mujeres a identificar la figura y características de los agresores.

Construyendo un lenguaje no sexista (II)

En la IV Conferencia Mundial de la Mujer en Beijing (realizada en 1995) se consideró a los medios de comunicación como una de las 12 áreas de especial interés para lograr la igualdad de oportunidades para hombres y mujeres. Por que precisamente los medios de comunicación son un elemento fundamental en la formación de opinión e importantes agentes de socialización.

En la construcción social de lo femenino y lo masculino, los medios de comunicación son los que dan significado y validan ciertas conductas asociándolas a roles y estereotipos de género establecidos y reproducidos a menudo.

Hoy en día, la mujer sigue estando en clara desventaja frente al hombre. Una de las manifestaciones más notables de esta desigualdad es la ocultación de la mujer en el lenguaje.

Y es, precisamente, el lenguaje el elemento que más influye en la formación del pensamiento de una sociedad. Por tanto, mientras nuestra habla cotidiana siga haciendo invisible a las mujeres, no conseguiremos conformar una sociedad igualitaria.

Aunque Albert Einstein decía que en nuestra sociedad es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio, el primer prejuicio que debemos intentar eliminar de nuestro lenguaje es que el género masculino engloba a lo masculino propiamente dicho y a lo femenino.

Una maestra es una mujer y no puede estar incluida en la expresión “los maestros”, donde hace alusión a hombres de la misma profesión pero excluye a las mujeres.

Tradicionalmente el lenguaje ha reflejado como un espejo los prejuicios cognitivos de la cosmovisión asumida por una sociedad, ayudando a instaurarlos y perpetuarlos. Lo más corriente entre las culturas hispánicas es la minusvaloración o desvalorarizaciòn de la mujer.

Se puede empezar por reconocer que el lenguaje sexista expresa la diferencia entre géneros, creando la idea de una falsa desventaja de uno frente al otro. Lo común es que el femenino se subordine al masculino, pues históricamente a la mujer se le ha concedido menor valor, habilidades y capacidades que al hombre. El lenguaje sexista desvaloriza a las personas y es reconocido como una forma de discriminación que debemos eliminar.

Construyendo un leguaje no sexista

Las y los periodistas podemos contribuir a la formación de una cultura de equidad, iniciando con la construcción de un lenguaje no sexista.

Y partimos que por género se entiende una construcción simbólica que alude al conjunto de atributos socioculturales asignados a las personas a partir del sexo y que convierten la diferencia sexual en desigualdad social.

La diferencia de género no es un rasgo biológico, sino una construcción mental y sociocultural que se ha elaborado históricamente. Por lo tanto, género no es equivalente a sexo; el primer término se refiere a una categoría sociológica y el segundo a una categoría biológica.

Considerando que el lenguaje no es una construcción arbitraria de la mente humana, sino un producto social e histórico que condiciona nuestro pensamiento y determina la visión del mundo, la “Guía de Lenguaje No Sexista”, plantea que la lengua no es neutra y refleja la relación de los sexos en la sociedad y la posición de la mujer en dicha relación.

El predominio de lo masculino en la sociedad significa que lo masculino determina el uso de la lengua. De hecho el género masculino ha prevalecido sobre el femenino. Y la mujer ha pasado históricamente a un segundo plano, a la subordinación y en el peor de los casos permanece invisible hasta en las palabras.

La cultura patriarcal que se ha transmitido de generación en generación a lo largo de los siglos no nombra lo femenino y proyecta lo masculino como la medida de todas las cosas. Esto lo podemos confirmar en los libros de historia donde el protagonista es el hombre, siendo que Dios creo a una mujer desde el principio de la historia de la creación.

Las palabras tienen sexo y género. El adjetivo público por ejemplo, adquiere un significado diferente cuando se aplica a una mujer o a un hombre. Un hombre público es un personaje prominente o un funcionario público, mientras que una mujer pública es sinónimo de prostituta o de mujer de la calle.

Otro ejemplo es la palabra atrevido, en un hombre significa osadía o valentía, y una mujer atrevida es igual a insolente o mal educada. Y que decir del calificativo de zorro a un hombre y zorra a una mujer, o de héroe y heroína y aventurero y aventurera.

El lenguaje como instrumento mediante el cual expresar nuestro pensamiento se convierte en un vehículo de cultura que refleja la sociedad. Entonces, si pretendemos conseguir una sociedad más igualitaria, coinciden especialistas, tenemos que promover y utilizar un lenguaje no sexista e incluyente.

Y por su influencia, los medios de comunicación son un vehículo fundamental para incidir en ese cambio. En cada una de nuestras palabras podemos empezar por hacer visibles a las mujeres, y no únicamente agregando el artículo la o el, sino, buscando palabras neutras.

Por ejemplo podemos hablar de la humanidad en vez del hombre, la población hondureña en vez de los hondureños o la infancia en vez de los niños, integrantes en vez de miembros del sindicato, clase empresarial en vez de empresarios, masa trabajadora en vez de trabajadores o la jefatura de redacción en vez del jefe de redacción porque seguramente en algún medio también hay mujeres desempeñando este cargo.

Las mujeres no aparecen en la declaratoria de la OEA

Al concluir la trigésimo novena Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos, los países miembros firmaron la declaratoria de San Pedro Sula que contiene un pronunciamiento contra la violencia como política de estado y el compromiso para involucrar a todos los sectores de la sociedad en el fomento de una "cultura de paz".

Pese a ser violencia el tema central de esta Asamblea, en la declaratoria no aparece la violencia de género que afecta a más de la mitad de la población del continente americano integrada por mujeres que cada minuto son golpeadas, mutiladas y asesinadas por el simple hecho de ser mujeres y estar en condiciones de inequidad frente a los hombres.

Lo anterior solo confirma la falta de voluntad política de los mandatarios y de sus gobiernos para abordar esta temática que se incrementa cada día en los países de la región, ante el silencio cómplice, la impunidad y el desinterés generalizado de los operadores de justicia y los tomadores de decisión.

Cómo es posible que organismos internacionales, que se dicen ser democráticos como la OEA, excluyan a las mujeres. Y se sienten “disque” a discutir la problemática de violencia ignorando que la violencia de género contra las mujeres obstaculiza la paz y el desarrollo de los países.

A nivel mundial se estima que cada 24 horas muere una mujer, pero estas cifras no son suficientes para que la Organización de los Estados Americanos y sus países miembros se preocupen por reducir la violencia doméstica y los femicidios que han cobrado la vida de miles de mujeres en el continente americano.

«Una de cada tres mujeres en el mundo será violada, agredida, forzada a tener relaciones sexuales o será de algún modo maltratada durante su vida. Porque la violencia contra la mujer ha alcanzado proporciones de pandemia», ha declarado el Fondo de las Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM).
Además de Honduras, en esta asamblea participa Guatemala, El Salvador, Nicaragua y México que según las cifras son los países que registran los más altos índices de femicidios en la región.

En el caso de Honduras, las estadísticas recopiladas por organizaciones feministas estiman que un porcentaje de 20 mujeres son asesinadas cada mes. Y según UNIFEM, Honduras ocupa el tercer lugar en la región Centroamericana en el número de femicidios.

El aumento de los femicidios en el área Centroamericana según los estudios realizados por organismos de Derechos Humanos demuestra el incumplimiento de las obligaciones internacionales adquiridas por los Estados mediante la firma y ratificación de los instrumentos que protegen los derechos humanos de las mujeres y la falta de políticas internas para combatir este flagelo.